lunes, 24 de noviembre de 2014

El extraño y su sonrisa

 Había pasado la medianoche y el subterráneo estaba casi desierto. Las únicas dos personas en toda la estación estaban sentadas en las esquinas opuestas del mismo banco y era evidente el esfuerzo de uno por evitar al otro. Alan le había dedicado al extraño una mirada fugaz antes de sentarse, el hombre vestía ropas pesadas y muy calurosas para esa época del año y lentes de sol. Miraba fijamente al vacío y estaba sentado derecho, sin apoyar la espalda contra el banco. Sin embargo lo que más le incomodaba era el rostro. Su cara estaba contorsionada en un rictus que un observador casual podría llegar a confundir con una sonrisa y su piel, a pesar de ser completamente lisa, tenía cierto brillo que le recordaba al plástico.

 En un intento por quitarse esa horrible imágen de la cabeza, Alan sacó un libro y puso la música de su reproductor a todo volumen. Por desgracia ni la prosa de Dunsany ni la magia de las melodías de Unkle tuvieron la fuerza suficiente para quitarle esa sonrisa terrible de la cabeza. Estaba tan disperso que para cuando terminaba de leer una frase ya había olvidado como comenzaba. Cambiaba constantemente de posición en su asiento, no pudiendo encontrar una postura cómoda.

 En los subterráneos Alan se había encontrado con mucha gente extraña, pero esto era demasiado. Miraba fijamente la misma palabra, sin comprender su significado, cuando por el rabillo del ojo detectó un movimiento. Se levantó, asustado, dejando caer el libro. El hombre estaba sentado, como si jamás se hubiera movido, pero ya no estaba en la punta sino en el centro del banco. Alan guardó sus cosas y se quedó un rato parado si saber que hacer. Escuchó el tren a lo lejos y se distrajo un segundo para ver la hora. Se sobresaltó al darse cuenta de que ahora el hombre lo miraba fijamente a él. Lentamente la sonrisa del extraño se fue ensanchando más y más, hasta que la comisura de los labios le llegó hasta el centro de las mejillas. Alan pensaba que era la sonrisa lo que le incomodaba, pero en ese momento se dió cuenta de que lo que realmente le asustaba era lo que escondía detrás.

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